LOS HABITANTES DE LAS ANTÍPODAS

  Últimamente crece el número de terraplanistas. No creo que nadie en sus cabales, a estas alturas del desarrollo científico y a la luz de los actuales conocimientos en astrofísica, defienda esta creencia desde un profundo convencimiento. Más bien, me parece a mi, estas personan se prestan a un juego, una especie de broma, en que se enfrenta la evidencia científica con la percepción sensorial. Buscando los argumentos (pocos y endebles) que los terraplanistas esgrimen para defender su concepción del planeta, me he topado con un tema tangencial (o no tanto) que me ha resultado curioso e interesante: los habitantes de las antípodas. Me explico.

San Virgilio de Salzburgo

  Pensadores antiguos como Estrabón o Pitágoras ya plantearon la posibilidad de que existieran tierras habitadas en la parte opuesta del mundo entonces conocido. En el siglo VIII, el irlandés Fergal (o Vergilio, en su versión latinizada), obispo de Salzburgo, un hombre culto y con conocimientos geográficos y astronómicos, retomó aquellas ideas y especuló con que pudiesen existir personas en el lado opuesto del mundo habitado por los europeos, en el otro hemisferio.

En realidad, la idea de Vergilio de Salzburgo no habría tenido más interés que el de la simple curiosidad si no plantase un dilema teológico. Para entenderlo, pensemos en la concepción católica del mundo en aquella época, representado en los mapamundi llamados "T en O". La tierra se representa como un círculo con un "Mar Océano" perimetral y una T acuática: el eje vertical sería el Mediterráneo y el horizontal, de izquierda a derecha -o, mejor dicho, de sur a norte, pues el oriente se situaba en la parte superior- el don, el Mar Negro y el Nilo. El el centro de este mundo se situa la ciudad de Jerusalem. La gran Asia ocupa casi toda la mitad superior y la inferior, a ambos lados del Mediterráneo, Europa y África. Tanto si el planeta es plano, como un medallón, como si es esférico, el juego racional hace pensar inmediatamente en qué hay al otro lado del mundo, en "la cara oculta", o sea, en las antípodas.

Mucho antes que Vergilio de Salzburgo, San Agustín refutaba la idea de que haya tierras habitadas en las antípodas por una simple cuestión de imposibilidad geográfica: "Sería demasiado inverosímil la afirmación de que algunos hombres, a través de la inmensidad del océano, hayan podido navegar y llegar a la otra parte, de suerte que también allí se estableciera el género humano procedente del primero y único hombre."  ("La Ciudad de Dios", Libro XVI, capítulo IX) 

Como no se discute la autoridad de San Agustín, ¿de dónde procederían los habitantes de las antípodas de los que hablaba Vergilio? No serían descendientes de Adán y Eva, no estaría afectados por el pecado original y no necesitarían la redención de Cristo... El plan divino podía hacer aguas si existía una humanidad separada de la historia bíblica. El papa Zacarías (el último, por cierto, sometido al poder de Bizancio), amonestó al obispo Vergilio de Salzburgo y lo amenazó con la excomunión si seguía especulando con esas ideas contrarias a la fe.

 No sabemos si Vergilio abandonó sus divagaciones y elucubraciones racionales, pero sí que no fue excomulgado. De hecho, unos siglos después (en 1233) fue canonizado.

Una vez más, la fe frente a la razón.

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