RECORDANDO A DON BERMUDO

Una alumna de 2º de bachillerato, que va a comenzar el grado de Ciencias Biológicas el presente curso, me he preguntado qué asignatura de la carrera me gustó menos y cuál más. Sin dudarlo, le he respondido que odiaba la Geología y que me fascinó el mundo de los invertebrados (artrópodos y no artrópodos). Sin embargo, rumiando después mi respuesta recordé cómo, a pesar de mi reticencia y de mi odio visceral, la Geología llegó a interesarme y a fascinarme tanto como los bichitos. 
Desgraciadamente no tuve buenos profesores de Geología en la carrera. De cierta profesora, de cuyo nombre no quiero acordarme, recuerdo su monólogo autista y aburrido:
"–Las dolomías del turonense resisten más la erosión"
Nos burlábamos de aquella frase, imitando su acento y su tono falto de color y entusiasmo. Los alumnos siempre han sido crueles.
Quizás mi juicio es muy rígido o tal vez la lejanía ha recrudecido mi recuerdo... ¿Sería más benevolente con ella si asistiese ahora a una de sus clases? No sé...

Cuando acabé mi licenciatura tuve que empezar otra carrera: la de hacer cursos y conseguir puntos para labrar un currículum. El primer curso de mi vida de licenciado llevaba por título: "Cuatro itinerarios geológicos: estudio de su idoneidad didáctica en BUP y COU" . Se trataba de un curso práctico: en diferentes fines de semana, seguíamos a un geólogo por la orilla del río Cabriel, por la Sierra Mariola, por las dunas del Saler y las inmediaciones de la Albufera... mientras nos iba mostrando las formas del relieve, la acción geológica del viento o del agua, las huellas del tiempo -un tiempo tan dilatado que daba vértigo pensar en él- sobre los paisajes. Series estratigráficas, pliegues monoclinales, fallas inversas, lapiaces y lenares... Todo cobraba un nuevo sentido. ¿Así que eso era la Geología? ¡Era maravillosa!

Después he hecho más cursos de Geología y, sobre todo, de Paleontología (dónde se daban la mano la Geología, la Zoología, la Botánica, la Evolución...). Los "Cursos de Paleontología en Cuenca", organizados por la @UIMP Universidad Internacional Menéndez Pelayo, congregaron durante varios años a la flor y nata de los geólogos y paleontólogos españoles y extranjeros (estaban dirigidos por José Luís Sanz y Ángela D. Buscaglioni). En uno de aquellos cursos, contamos con la presencia de Don Bermudo: desde que compartimos con él y con su esposa un par de tardes en la Ciudad Encantada, la Geología (en realidad todas la Ciencias Naturales) tienen un nuevo significado para mí.

Don Bermudo Meléndez fue pionero en el estudio más riguroso y con afán didáctico de la Geología y, especialmente, de la Paleontología en España. Su extenso y brillante currículum, sin embargo, no escondía ni al humanista ni al entregado naturalista. Tendría más de 80 años cuando lo conocí: lo recuerdo con su cazamariposas, persiguiendo a una mariposa ajedrezada mientras trepaba ágilmente por los difíciles peñascos de la Ciudad Encantada, bajo la complaciente mirada de su esposa Isabel...
Como comenzó a soplar una inesperada ventisca, alguien declamó:
"-...viento en popa a toda vela / no corta el mar sino vuela..."
Don Bermudo se giró hacia el rapsoda y le preguntó:
"–Si tenía Asia a un lado, al otro Europa y allá, a su frente, Estambul, ¿dónde estaba "El Temido"?
"–Pues... En... ¿el Bósforo?"
"–¡No!¡En el Estrecho de los Dardanelos, entre el Egeo y el Mármara!¡En el Helesponto de los antiguos griegos!"– y ponía tanto entusiasmo en su explicación geográfica e histórica como en la descripción de las dolomías del turonense... (¡Qué diferentes de aquellas que estudié en la universidad).

Don Bermudo falleció en 1999 pero la semilla de su buen hacer científico y pedagógico y el recuerdo de su calidad humana siguen tan vivos como las mariposas ajedrezadas que revolotean por la Ciudad Encantada...

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