FRANKLIN Y LOS ANTIVACUNAS


Francis Folger Franklin, hijo del estadista, científico y diplomático Benjamin Franklin, murió a los cuatro años de edad, en 1736, a causa de la viruela.

Faltaban muchos años para que Edward Jenner ideara e instituyera la “vacuna”, un método artificial de inmunización que acabaría por erradicar definitivamente esta enfermedad, pero era común en países como China o Turquía la práctica de inocular a personas sanas con el virus procedente de personas enfermas (a través de pequeñas heridas o simplemente compartiendo sus ropas). Los inoculados padecían una forma leve de la enfermedad y quedaban protegidos contra la forma severa, que tenía índices de mortalidad de hasta un 15 % y que dejaba terribles marcas en la piel de quienes la superaban. 

También en las colonias británicas de América se practicaba la inoculación de la viruela o variolación: el propio Benjamin Franklin había sido inoculado en su juventud. El pequeño Francis no había sido inoculado porque sus padres esperaban hacerlo cuando se curase de una gripe que estaba padeciendo. Los “antivacunas” de la época hicieron correr el rumor de que fue precisamente la inoculación lo que hizo enfermar y morir al pequeño de los Franklin. Para acallar estos infundios, Benjamin publicó un artículo en el que explicaba las circunstancias de la muerte de su hijo y se lamentaba de no haberlo inoculado antes.

Durante toda su vida, Franklin respaldó y apoyó activamente la práctica de la variolación, anteponiendo su espíritu científico a la irracionalidad y a la vehemencia con que a menudo se defienden las ideas que genera. En 1774 fundó la “Society for Inoculating the Poor Gratis”: fue su manera de honrar la memoria de su hijo.

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