ECOS DEL PASADO


Tengo un curioso libro llamado “Las riquezas de la Tierra “, escrito por J. Semjonow en 1936 y publicado en español por la Editorial Labor en los años 40. Lo compré en una librería de viejo: no es ninguna joya, por 7 u 8 euros todavía se pueden conseguir ejemplares por internet, en portales de libros de segunda mano. 

 Desde el principio me llamó la atención que un libro de divulgación científica −economía, geografía, naturaleza… −, escrito por un autor ruso, se publicase en la España de los años cuarenta, en plena dictadura. Indagando un poco sobre el autor, Yuri Semiónov, encuentro interesantes datos biográficos y quizás la explicación de por qué esquivó el filtro de la censura de la época.


Semiónov, hijo de un escritor de cierta fama y recopilador de historias del folklore ruso (Cáucaso, Chechenia…), se instaló en Berlín escapando de la revolución rusa. Allí, durante el periodo nacional socialista, fue más o menos afín al régimen y solo abandonó Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, instalándose en Suecia donde finalmente desarrolló una importante carrera como historiador y geógrafo. Su obra se centra principalmente en la geografía económicas.


“Las riquezas de la Tierra” es un libro muy entretenido y erudito del que, a pesar de su antigüedad, se pueden extraer ciertas ideas que, cosas del tiempo y sus avatares, vuelven a ganar vigencia. Desde la explotación geominera a la ruta de la seda, desde el imperialismo del petróleo hasta el triunfo de la inutilidad del tabaco, el libro es una enciclopedia, ciertamente obsoleta pero no por ello menos interesante, de nuestra propia historia.  

 No me resisto a comentar una curiosidad, de las miles que se esconden entre sus páginas. Se trata de la mención de un tal M. A. Carlton, al que se le atribuye la búsqueda de las mejores variedades de trigo duro por territorios de la vasta Rusia, para introducirlo en los Estados Unidos: lo llama “el creador del granero americano”. Semiónov ya nos avisa de que es imposible hallar datos biográficos de Carlton en 19. A pesar de cuánto le debe, la Historia lo ha olvidado. Tampoco yo he encontrado nada sobre él en el proceloso mar de Internet.

 Los  dujobores, miembros de una secta pacifista de la iglesia ortodoxa (que contaba con la simpatía y apoyo de Tolstoi) huyendo de las persecuciones rusas, acabaron por establecerse en Canadá a finales del siglo XIX y principios del XX. Sostiene Semiónov que, en su nueva tierra, plantaron tres variedades de trigo duro: “ghirka”, “charkowka” y “kubanca” (es difícil encontrar información de las dos primeras, quizás han cambiado de nombre o tal vez ya no existan). Carlton, a la sazón trabajador del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, conoció in situ estas variedades y, empeñando su salud y su fortuna, viajó por toda Rusia a la búsqueda de las mejores variedades de trigo con las que experimentar, realizar cruces,  hibridar, para crear una variedad bien adaptada al clima y resistente a los parásitos −supongo que de Kansas, donde él trabajaba−.

 Este empeño no fue una empresa de éxito en lo económico para Carlton, quien ni siquiera tenía recursos para hacer frente a los gastos provocados por una enfermedad sobrevenida de su hija.

 Carlton murió de malaria en Perú, en 1925. Tenía 59 años. 

 Aunque de manera humilde en este post, ahora ya aparece su nombre en la web.

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